Capítulo I. La Rueda como un Símbolo de la Cosmogonía Perenne (1)


Cruz celta. Norte de Gales


Nota Preliminar

La Rueda es uno de los símbolos más estudiados en la obra de nuestro autor, ya sea en sí mismo o relacionado con otros códigos simbólicos tradicionales. De hecho, mucho antes de publicar el libro sobre la Rueda, el simbolismo de ésta ya formaba parte de su enseñanza impartida durante años en los cursos y conferencias. No hay prácticamente ningún libro suyo donde no aparezca este símbolo, y la razón de ello reside en que él se presta como pocos para la transmisión de las ideas de la Cosmogonía Perenne, y por extensión de toda enseñanza verdaderamente iniciática y metafísica, como tendremos ocasión de ver a lo largo de este capítulo, que trata precisamente sobre el libro de la Rueda, que es el primero que publicó bajo el título La Rueda. Una Imagen Simbólica del Cosmos. (1)

En realidad, aunque se edite por primera vez en 1986, La Rueda comienza a escribirse en Abril de 1980 durante el transcurso de un viaje que nuestro autor realiza por Oriente y la India. Un dato importante a retener es que su publicación coincide prácticamente con el momento en que Federico pasa a consagrarse casi por entero a su obra escrita, la cual se irá dando en el tiempo de forma paulatina y conservando siempre ese carácter didáctico, como no podría ser de otra manera, pues éste constituye un «sello» inherente a toda su obra, ya sea oral o escrita, y ciertamente no hay diferencia entre ambas en lo que toca a la esencia de la doctrina.

Como él mismo señala en la Nota Preliminar, el libro de La Rueda constituye «una síntesis de lo expresado en varios años de conferencias y cursillos», y de alguna manera esa síntesis supone la «fijación» de un itinerario intelectual que hasta entonces había tenido como medio de expresión fundamentalmente la palabra, y que, como decimos, a partir de ese momento va a dar nuevos frutos al cristalizarse por medio de la escritura; cristalización que en este caso en modo alguno es sinónima de «solidificación», sino más bien tendría que ver con la naturaleza traslúcida de la piedra cristalina (el diamante por ejemplo), a través de la cual la luz pasa sin resistencia ni opacidad alguna, y lo que proyecta no es otra cosa que la luz misma en su prístina pureza, como no podía ser de otra manera al tratarse de los Principios y las Ideas Universales.

Sabemos muy bien que en nuestro autor no hay solución de continuidad entre su pensamiento y su acción, que es su obra, y que ésta no es sino la prolongación de ese pensamiento, lo cual, naturalmente, se plasma en la coherencia de su discurso, sustentado en las analogías y las correspondencias sutiles entre el cielo y la tierra. Es un discurso estructurado de acuerdo a esa energía que la Cábala llama Tifereth (Belleza, Esplendor, Armonía), corazón del Árbol de la Vida y reflejo directo de Kether, la Unidad. En este sentido, y como nos dice Paracelso:

Cuando al escribir uno se atiene exclusivamente a la verdad, no son letras lo que escribe, sino que es el espíritu el que fija la verdad, que en sí es invisible y tiene que llegar hasta nosotros mediante la palabra escrita o hablada.

La «fijación» a que hacíamos referencia anteriormente en relación a su obra escrita, puede ser vista también, y haciendo uso del simbolismo de la rueda, como una «concentración de energías» en un punto que al «irradiarse» va a generar espacios y tiempos que traerán consigo nuevas formas de difusión de la Enseñanza, como es el caso de la creación de la Editorial Symbolos (que se inaugura precisamente con la primera edición de La Rueda) –y sus dos colecciones: «Cuadernos de la Gnosis» y «Papeles de la Masonería»–, así como de la revista del mismo nombre, Symbolos, la cual verá la luz en 1990-1991, como bien saben sus lectores, dedicada íntegramente a la transmisión de las doctrinas tradicionales a través del Arte, la Cultura y la Gnosis de todos los pueblos y civilizaciones de cualquier tiempo y lugar, poniendo el énfasis en los códigos simbólicos de la Tradición Hermética, que incluye también las distintas corrientes sapienciales surgidas del platonismo alejandrino y la academia de Atenas de los primeros siglos de nuestra era.

Igualmente a mediados de la década de los ochenta comienza nuestro autor a escribir el Programa Agartha, que como ya dijimos en la Introducción se distribuía en aquel tiempo en forma de fascículos por el sistema de Universidad a distancia, constituyendo de hecho una iniciación a la Ciencia Sagrada y la Tradición Hermética. De esta manera se buscaba la forma de difundir al mayor número de personas posible la Buena Nueva del Conocimiento, como años después se haría también a través de Internet, demostrando con toda claridad su interés por difundir la Enseñanza utilizando los medios más adecuados para canalizar, como él mismo expresa,

el gran interés acerca del Conocimiento. Porque verdaderamente existe una sed de saber (…) más relacionado con la Cosmogonía, el Simbolismo y la Metafísica y otras numerosas alternativas. (2) 

Notas
(1) Existe una segunda edición en B.D.B. (México 1988), si bien la que nosotros vamos a utilizar en nuestro estudio es la tercera y última, la que publica Kier en 2006 con el título El Simbolismo de la Rueda, en la que se ha incorporado un importante Cuaderno Iconográfico relacionado con este símbolo primordial en distintas tradiciones.

(2) Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon, cap. I.


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